martes, 13 de octubre de 2015

La resolución.

     La sentencia ha sido por fin dictaminada.

    Qué funesto destino el mío; a nadie le deseo sufrir tal condena jamás en su vida. Me he postrado ante su señoría rogando misericordia, implorando por su perdón, que por aquello más ame se replantee el destino tan atroz que me ha otorgado y así con su gentil mano suavice mi castigo. Pero inflexible cual vara de acero y duro cual diamante no cede ni un suspiro.
   Caigo rendido, aceptando que mi cruel sino está sellado. Mis párpados que ahora son presas inundadas por las lágrimas contenidas no pueden más y ceden, se abren por fin camino inundando la sala de lamentos.
    Aprieto con fuerza el puño, arrugando más aún la hoja de mi sentencia; recordando el horrible momento en el que pude leer que mi destino era el de ser libre.